Los gatos no solo “hablan” con la cola o la mirada. También vibran. Su ronroneo, ese motorcito grave y continuo, ha inspirado titulares que aseguran que “entre 17 y 40 Hz” tendría efectos sanadores para las personas. ¿Qué hay de cierto en esto?
La ciencia ya explicó cómo purr-ean (mecánica laríngea) y en qué frecuencias lo hacen; y, por otra vía, existen estudios serios sobre vibración terapéutica en rangos parecidos. Conjugar ambos mundos exige matices, hay plausibilidad biológica, pero no evidencia clínica directa de que el ronroneo cure.
El ronroneo de los gatos ¿Qué tan cierto es eso de “17–40 Hz sanadores”?
El rango real del ronroneo de un gato tiene mediciones clásicas y recientes. La frecuencia fundamental del ronroneo doméstico, por lo general, entre 25 y 30 Hz, con armónicos que pueden extenderse hasta 150 Hz. Es decir, el gato no “suena” en una sola nota. El intervalo “17–40 Hz” cae dentro de ese espectro, pero no captura todo el rango habitual.
Los estudios fisiológicos y de biomecánica laríngea (de un gato) describen una oscilación regular de los músculos intrínsecos de la laringe y, más recientemente, un aporte mioelástico-aerodinámico que permite vibraciones muy bajas incluso sin input neural constante. Los gatos purr-ean en frecuencias bajas (a menudo entre 25–30 Hz) y suman armónicos. Por lo que, el subrango 17–40 Hz no es falso, pero es incompleto.
¿Qué demuestran los estudios y qué no?
En gatos/bioacústica: trabajos de bioacústica reportan que felinos (domésticos y algunos silvestres) emiten componentes fuertes entre 25–150 Hz (con picos repetidos en 25 y 50 Hz). Esto ha llevado a hipótesis de “auto-reparación” felina (músculo y hueso), pero no existen pruebas clínicas en humanos.
En humanos y animales (vibración terapéutica): la vibración mecánica de baja frecuencia y baja amplitud (no de gatos, sino de plataformas médicas) ha mostrado efectos en densidad ósea, remodelación y fuerza muscular en estudios preclínicos y ensayos controlados. Los resultados son prometedores pero heterogéneos según el protocolo (20–50 Hz suelen ser rangos estudiados).
Estrés y corazón (vía convivencia): más allá de la vibración, convivir con mascotas se asocia con menor estrés y, en la medicina, mejor perfil cardiovascular. Es difícil aislar el efecto del ronroneo per se, pero el entorno calmante del gato sí parece beneficioso.
Hay coincidencia de rangos (lo que vibra el gato y lo que usan algunas terapias mecánicas), pero no existe un ensayo clínico que demuestre que oír o sentir el ronroneo mejore hueso o músculo humano.
¿Los gatos se acercan “para sanarnos” realmente?
La idea es preciosa, pero no está demostrada. Los etólogos explican el ronroneo como una señal multifunción (apego, comunicación de calma, autorregulación del dolor/estrés del propio gato).
Que a nosotros nos relaje (y baje tensión arterial) puede deberse a la interacción social y táctil, más que a un efecto “médico” específico del rango de Hz. Aun así, el purr crea ambientes que favorecen la calma y la conexión, eso sí tiene correlatos medibles en humanos.
Tal vez los gatos no sean fisioterapeutas en miniatura, pero su presencia vibrante sintoniza con algo profundo en nosotros, el deseo de seguridad y consuelo. En esa cuna sonora de 25–30 Hz, nos recuerdan que a veces sanar empieza por bajar el volumen del mundo y subir el de la compañía. Si la ciencia aún mide gráficos, la casa ya conoce el resultado, menos prisa, más purr.