A lo que muchos llaman “aura” la ciencia lo conoce como emisión ultra débil de fotones o biofotones, un resplandor real, extremadamente tenue, generado por reacciones químicas en los seres vivos. No es misticismo, es física y bioquímica, que solo puede detectarse con cámaras y fotomultiplicadores de altísima sensibilidad.
La luz de la vida ¿Qué son los biofotones?
Todos los organismos vivos emiten una luz millonésima de veces más débil que la que puede captar el ojo humano. Esa luminosidad surge cuando los radicales de oxígeno (ROS) creados por el metabolismo oxidan lípidos y otras moléculas; al relajarse, generan estados excitados (por ejemplo, carbonilos excitados y oxígeno singlete) que liberan fotones en el rango visible y UV-cercano.
En humanos, esa emisión suele abarcar 350–750 nm y su intensidad típica ronda 10–1.000 fotones·s⁻¹·cm⁻² (demasiado débil para nuestra visión). No es lo mismo que la bioluminiscencia (como en luciérnagas) ni el calor del cuerpo, es luz producto de química oxidativa.
Así se mide el “brillo” del cuerpo: cámaras enfriadas y fotomultiplicadores
Para ver biofotones se usan cámaras CCD/EMCCD criogénicas o tubos fotomultiplicadores en cuartos totalmente oscuros. Con esta técnica, un equipo japonés fotografió el resplandor corporal y halló que varía a lo largo del día, en paralelo a cambios del metabolismo energético. Es luz real, pero 1.000 veces más débil que el umbral de la vista.
También se ha mostrado que luz UVA o el estrés térmico elevan la emisión al aumentar ROS, algo útil para evaluar estrés oxidativo en piel y tejidos. Incluso se han identificado firmas espectrales propias del oxígeno singlete (picos en 634 y 703 nm y emisión cercana a 1.270 nm).
¿Se “apaga” al morir? Lo que dice la evidencia reciente
Como la emisión depende del metabolismo activo, al cesar la vida el resplandor desaparece. Un estudio de 2025 (Universidad de Calgary y NRC-Canadá) imaginó biofotones en ratones vivos y mostró contraste marcado frente a sus cuerpos recién fallecidos; en plantas, el brillo aumentó localmente ante daño (estrés). Concluyen que la UPE es un indicador no invasivo de vitalidad.
En algunos modelos biológicos puede haber picos transitorios de luminiscencia relacionada con procesos de muerte celular (fenómenos de “delayed luminescence” o fluorescencias específicas), pero el resplandor basal ligado a metabolismo continuo cae con la muerte.
¿“Aura” o ciencia? Cómo encaja la cultura en la explicación física
La idea de un halo energético acompaña muchas tradiciones. La ciencia no valida una “aura mística”, pero sí explica un resplandor ultra débil, medible, que refleja química oxidativa y estado fisiológico. De hecho, la UPE se investiga como biomarcador de estrés, inflamación o envejecimiento, y ya se aplica en plantas para mapear daño y estrés hídrico sin tocar el tejido.
¿Para qué sirve conocer nuestros biofotones?
Salud y diagnóstico: seguir la UPE podría ayudar a monitorizar estrés oxidativo y respuesta a terapias, de forma no invasiva.
Cronobiología: el patrón circadiano del brillo corporal abre vías para estudiar ritmos metabólicos.
Agro y ambiente: en cultivos, la UPE permite detectar daño antes de que sea visible, optimizando riego y manejo.
La emisión de biofotones es un fenómeno universal de los seres vivos, generado por reacciones de oxidación. No lo percibimos a simple vista, pero existe y se relaciona con el estado fisiológico. Cuando la vida cesa, el brillo también. La metáfora del “aura” puede inspirar; la medición científica, en cambio, nos ofrece herramientas para entender y cuidar mejor la vida.