Más allá de ladridos, juegos y caricias, la relación entre un perro y su humano se construye también a nivel invisible, por medio del olfato. Estudios recientes muestran que los perros prefieren el olor de sus dueños antes que el de su comida o juguetes favoritos, y que esa experiencia activa la liberación de oxitocina, la llamada “hormona del amor”.
Este hallazgo refuerza lo que muchos cuidadores ya sospechaban. Para sus mascotas, ellos son el verdadero centro de su mundo.
El experimento del olfato en los perros
El olfato canino es entre 10.000 y 100.000 veces más sensible que el humano. Gracias a ello, los perros pueden detectar enfermedades como cáncer o diabetes, anticipar convulsiones epilépticas y reconocer a un humano específico incluso tras años de ausencia. Cuando un perro huele a su dueño, no solo identifica su presencia, también recibe información sobre su estado emocional, nivel de estrés e incluso cambios hormonales.
Investigaciones realizadas con resonancia magnética funcional (fMRI) han demostrado que, al exponer a los perros a distintos olores como: su comida favorita, un juguete y la prenda de su dueño. Los resultados mostraron que el cerebro muestra mayor activación al detectar el olor humano conocido.
La zona involucrada está relacionada con el sistema de recompensa, el mismo que responde al placer y al afecto. En otras palabras, el olor del dueño despierta una respuesta emocional más intensa que la comida o el juego.
Oxitocina: la hormona que crea un vínculo entre perros y humanos
Los expertos aseguran que el contacto con el olor del dueño favorece la liberación de oxitocina, una hormona vinculada con el apego y el bienestar. Este proceso es bidireccional, es decir, los perros liberan oxitocina al oler, mirar o interactuar con su cuidador. Mientras que, los humanos también producen más oxitocina al acariciar o recibir atención de sus perros.
Esto crea un círculo de retroalimentación positiva, reforzando el vínculo afectivo y la confianza mutua. Para quienes conviven con un perro, este hallazgo es más que un dato curioso. Confirma la importancia emocional que los humanos tienen en la vida de sus mascotas y viceversa. Explica conductas como esperar en la puerta, seguir con la mirada o dormir sobre prendas de ropa de sus dueños cuando ellos están ausentes.
Además, refuerza el rol del cuidador no solo como proveedor de alimento o seguridad, sino como fuente principal de amor y estabilidad.
Un amor que huele a ciencia
La ciencia confirma lo que los cuidadores de perros ya intuían, nuestros canes no solo nos reconocen, también nos eligen. Para ellos, el olor de su humano es más valioso que cualquier premio o juguete. Y cada vez que nos olfatean, ese gesto sencillo alimenta un lazo que trasciende palabras y que la biología respalda con oxitocina y emociones compartidas.