La presencia militar de EE.UU. en Sudamérica bajo el argumento de reforzar la lucha contra el narcotráfico, ha despertado un abanico de reacciones que van desde la preocupación diplomática hasta el respaldo discreto. Washington sostiene que su objetivo es combatir el tráfico de drogas y desmantelar organizaciones criminales como el Tren de Aragua o el Cártel de los Soles.
Sin embargo, para muchos gobiernos de la región, la maniobra tiene un trasfondo geopolítico. Una nueva forma de presión sobre el régimen de Nicolás Maduro y una expansión del control militar estadounidense en la zona. La pregunta que flota en el aire es: ¿está América del Sur dispuesta a tolerar la presencia de fuerzas extranjeras en su vecindario, incluso si eso significa golpear al narcotráfico?
Presencia militar EE.UU. en Sudamérica: El operativo que cambió el tablero
En agosto de 2025, Estados Unidos envió destructores, aviones F-35 y un grupo anfibio de marines al Caribe sur, reforzando su presencia naval con el pretexto de “proteger rutas marítimas y desmantelar redes criminales transnacionales”.
Poco después, un ataque aéreo estadounidense contra una embarcación venezolana acusada de transportar drogas provocó la muerte de once personas. Washington defendió la acción alegando que el blanco pertenecía a un grupo designado como terrorista, mientras Caracas denunció una “violación directa de su soberanía”.
La respuesta del gobierno de Nicolás Maduro fue inmediata. Ordenó la movilización de milicias populares, denunció un intento de desestabilización y pidió a sus aliados regionales pronunciarse ante lo que considera una “amenaza imperialista”.
Reacciones divididas en Sudamérica
Chile y el camino diplomático
El gobierno chileno expresó su preocupación por la escalada de tensiones. El canciller Alberto van Klaveren señaló que “todo lo que implique una fuente de tensión en nuestra región nos preocupa”, y propuso que la CELAC emita una declaración conjunta en defensa del diálogo y la estabilidad.
Chile intenta colocarse como mediador, impulsando una postura de equilibrio que evite la fractura ideológica entre países de izquierda y derecha.
Ecuador y Guyana: pragmatismo estratégico
Ecuador, bajo la administración de Daniel Noboa, mantiene una postura más cercana a Washington, motivada por su propia crisis de seguridad interna y su deseo de fortalecer la cooperación antinarcóticos. Noboa ha buscado asistencia técnica y militar de EE. UU. para combatir la violencia del crimen organizado que azota a su país.
En tanto, Guyana ha mostrado simpatía hacia la estrategia estadounidense, especialmente tras las crecientes tensiones con Venezuela por el territorio del Esequibo. Para Georgetown, la presencia de EE. UU. es una garantía indirecta de disuasión frente a posibles amenazas.
El bloque soberanista y la crítica abierta
Los gobiernos alineados con el ALBA y sectores de izquierda latinoamericana (como Bolivia, Nicaragua y, en menor grado, Brasil) han denunciado la operación como un acto de injerencia que viola los principios de soberanía regional. En Caracas, los discursos oficiales aseguran que el objetivo real del despliegue es “derrocar al gobierno venezolano bajo el disfraz de una guerra antidrogas”.
Mientras tanto, Brasil y Argentina han optado por la cautela diplomática, evitando pronunciamientos duros para no comprometer sus relaciones con Washington ni con Caracas.
¿Narcotráfico o geopolítica? el dilema regional
El despliegue militar estadounidense plantea un dilema difícil para Sudamérica: ¿Debe priorizar la cooperación internacional contra el narcotráfico, o preservar el principio de no intervención que históricamente ha defendido la región?
Los países del Cono Sur enfrentan una nueva realidad de crimen transnacional que trasciende fronteras, pero temen que operaciones unilaterales estadounidenses abran la puerta a un ciclo de militarización regional.
Además, las tensiones con Venezuela podrían impactar el comercio energético, los flujos migratorios y la estabilidad política de la zona. En ese contexto, cada declaración diplomática pesa más de lo habitual.
Riesgos geopolíticos y fracturas diplomáticas
Soberanía vs. seguridad: La cooperación militar de EE. UU. promete reducir el tráfico de drogas, pero puede interpretarse como una violación del derecho internacional si no cuenta con aval regional.
Polarización ideológica: El tema divide a los gobiernos progresistas y conservadores de la región, reeditando las líneas de fractura del siglo XXI.
Efecto dominó: Una escalada militar en el Caribe podría generar desplazamientos de población, tensiones fronterizas y nuevos focos de conflicto.
Diplomacia en jaque: Los organismos regionales, debilitados y sin liderazgo fuerte, muestran dificultad para emitir una posición común.
El horizonte incierto
En los próximos meses, Sudamérica deberá decidir si enfrenta la crisis como bloque regional o si permite que cada país actúe por su cuenta según conveniencias políticas.
El escenario ideal sería uno en el que la cooperación antinarcóticos se base en transparencia y respeto mutuo, no en despliegues militares que reaviven las heridas de la Guerra Fría.
Mientras tanto, Washington avanza con su agenda y Caracas endurece su discurso. En medio de ambos polos, los países del sur intentan conservar su autonomía, conscientes de que cualquier movimiento en falso podría reconfigurar el equilibrio político del continente.
El despliegue militar de Estados Unidos en el Caribe y Venezuela ha puesto a prueba la unidad de América del Sur. Algunos gobiernos ven una oportunidad para reforzar la cooperación contra el narcotráfico. Otros, una amenaza a la soberanía continental.
La región se enfrenta al reto de mantener su independencia diplomática en un tablero global donde las potencias vuelven a jugar fuerte. La historia demuestra que las decisiones tomadas hoy (entre la presión y la prudencia) pueden definir el mapa político de Sudamérica por años.