El presidente Donald Trump firmó el 18 de diciembre de 2025 una orden ejecutiva para acelerar la reclasificación federal de la marihuana desde la Lista I (Schedule I) a la Lista III (Schedule III), una categoría considerada de menor peligrosidad y con uso médico aceptado.
Es una decisión histórica por el tamaño del impacto regulatorio, pero con un matiz clave: la orden, por sí sola, no legaliza la marihuana a nivel federal. Y, en el plano técnico, ordena al Departamento de Justicia (DOJ) y al fiscal general completar el proceso de rulemaking “de forma expedita”.
¿Qué significa pasar de Schedule I a Schedule III?
En el sistema estadounidense, Schedule I agrupa sustancias consideradas sin “uso médico aceptado” y con alto potencial de abuso.
Schedule III incluye sustancias con uso médico reconocido y riesgo moderado/bajo de dependencia (por ejemplo, ciertos fármacos controlados).
El cambio no equivale a “marihuana legal en todo Estados Unidos”. El cannabis seguiría siendo una sustancia controlada, y el mercado recreativo seguiría dependiendo de leyes estatales y de la fricción con la ley federal.

¿Qué cambios podría traer para el mercado tras esta decisión?
1) Un golpe directo al “castigo fiscal” 280E
La industria lleva años señalando que la mayor barrera federal no es solo legal sino es tributaria.
El código fiscal 280E impide a negocios de cannabis (Schedule I/II) deducir gastos normales (como salarios, renta, marketing), elevando su carga impositiva.
Si la reclasificación se completa a Schedule III, 280E dejaría de aplicar tal como está redactado. Lo que podría cambiar márgenes, valuaciones y supervivencia de empresas, especialmente las medianas.
2) Más investigación científica y “puertas” para farmacéuticas y universidades
Uno de los efectos más defendidos por la Casa Blanca y por medios médicos es reducir trabas para ensayos clínicos y estudios a largo plazo. En Schedule I, el acceso para investigación es mucho más rígido.
Esto puede impulsar dos mercados:
- Cannabinoides como fármacos (vía FDA).
- Protocolos médicos más claros (qué sirve, para quién, dosis, interacciones).
3) Efecto banca e inversión: mejora parcial, no milagro
La reclasificación tiende a reducir “riesgo percibido” para bancos y fondos, pero no resuelve de golpe el laberinto financiero.
Seguiría siendo una sustancia controlada y dependerá de regulación y leyes complementarias (p. ej. reformas de banca para cannabis).
4) Volatilidad inmediata en bolsa y expectativas
El mercado reaccionó rápido. Hubo subidas en algunas acciones/ETFs, pero también caídas cuando quedó claro que no era legalización total sino un paso regulatorio importante, pero limitado.
5) Trabajo, test de drogas y “zona gris” laboral
Varios análisis legales advierten que el cambio puede obligar a empresas reguladas (transporte, sectores de alto riesgo) a revisar política. Esto no implica que fumar marihuana sea aceptable en empleos de seguridad o con normativa federal estricta.
¿Por qué Trump decidió este cambio ahora?
Hay tres razones que se repiten en documentos oficiales y coberturas:
- Continuidad de un proceso previo: la Casa Blanca recuerda que en mayo de 2024 el DOJ publicó una regla propuesta para moverla a Schedule III, tras recomendación de HHS/FDA y el aval de NIDA. En la práctica, Trump entra y acelera un tren que ya estaba sobre rieles, pero políticamente lo hace suyo.
- Lectura política y opinión pública: Trump enmarcó la medida como “common sense” y medios resaltan que la presenta como expansión de acceso médico, no como bandera pro-recreativa.
- Economía + salud pública: la orden pone foco en investigación y acceso medicinal (incluyendo CBD), intentando capturar el argumento de “beneficio clínico” sin asumir el costo político de legalizar recreativo a nivel federal.

Países con “clasificaciones” menos restrictivas y mercados médicos más desarrollados
Schedule I/III es un sistema estadounidense, no un estándar global. Pero sí existen países donde el cannabis medicinal está reclasificado o regulado como medicamento controlado, con más variedad de productos y canales formales.
Reino Unido
Desde el 1 de noviembre de 2018, ciertos cannabis para uso medicinal pasaron a Schedule 2, es decir, uso médico bajo prescripción especializada y control estricto.
Eso abrió una vía legal médica, manteniendo prohibiciones recreativas. La decisión abrió la puerta a variedad de productos en mercados como el británico con aceites, extractos estandarizados, y productos bajo prescripción (con gran énfasis en trazabilidad y control).
Australia
En Australia, los productos medicinales se clasifican como Schedule 4 (prescripción) o Schedule 8 (controlados) dependiendo de la composición (p. ej., CBD dominante vs THC).
Hay listados y categorías regulatorias oficiales, con prescripción médica y controles de almacenamiento/registro.
La variedad típica se refleja en aceites, cápsulas, flores medicinales, productos con distintas ratios CBD/THC, bajo prescripción y autorización.
Alemania
Con reformas recientes, Alemania avanzó hacia un marco donde el cannabis deja de tratarse como “narcótico” en ciertos supuestos, y el debate europeo lo considera un catalizador de cambios en regulación.
En este país los productos de prescripción médica son estandarizados y alcanza un mercado de importación bajo control sanitario.
Israel
Israel mantiene cannabis como sustancia controlada, pero permite el uso médico mediante permisos y recetas bajo regulación sanitaria. Con un ecosistema reconocido por su enfoque clínico.
Lo que Estados Unidos podría ver después si la reclasificación se concreta
Entre lo relevante tenemos:
- Expansión del mercado medicinal formal (más investigación, productos más estandarizados).
- Consolidación empresarial, ya que, si 280E cae, las empresas más eficientes podrían reinvertir. También podría acelerarse la compra de operadores más pequeños.
- Mayor presión por una ley bancaria y un marco nacional coherente, porque Schedule III no resuelve el choque federal-estatal por sí solo.
La orden de Trump marca un cambio de época. Por primera vez en décadas, la Casa Blanca empuja con fuerza a que la marihuana deje de estar en la misma vitrina legal que sustancias consideradas sin uso médico.
Pero el paso también abre una pregunta incómoda: ¿se está regulando para cuidar a pacientes o para ordenar un mercado que ya existe y mueve miles de millones?
Si el objetivo es “acceso medicinal”, el reto será doble pues se debe evitar un descontrol comercial y, al mismo tiempo, no negar tratamientos a quienes podrían beneficiarse.
La historia de otros países sugiere que el camino más seguro no es la euforia ni el pánico sino la evidencia clínica, estándares de calidad y reglas claras.